ADRIANA MUSITANO
adriana
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Nota bio/bibliográfica
Soy Adriana Musitano (Córdoba, 1951), Doctora en Letras, Titular de la Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC, e investigadora. He publicado artículos sobre arte, teatro y poesía contemporánea, en revistas literarias, nacionales e internacionales. Trabajo, juego, con el Cuerpo Sonoro, experimentando con la oralidad y la voz. Mis libros de poemas son: Cuando las urracas oran (Último reino, Bs. As. 1989); La voz quemadura (UNC, Córdoba, 1983) y, en prensa (sale en setiembre) Las nupcias desveladas (Argos, Córdoba, 2006). Mi obra inédita: Son las musas, Amina y Máximo Mínimo.
¿Mi poética?
Hay versos, emociones, palabras que van de libro en libro, los une un ritmo que me excede y a la vez conduce. Lo reconozco en conflictos y lo extraño en esas voces que se suman o en los cambios de perspectivas… Me atraen los mitos, los retomo de poemas, son presencias, dolores o hechos reales. Se tocan con lo doméstico e histórico, sumo las palabras del arte a las que me sustraen por sus sonidos y belleza. Otras veces no sé de qué se trata lo que sale como escritura pero allí está el poema. Si lo retoco me toca y me pone del otro lado de lo habitual: me gusta la poesía que es voz, viento y juego, que cree y descree de los dioses, de los hombres, de las mujeres, porque se abre a lo real desde lo inaudito, por no escuchado.
poemas:
poema de CUANDO LAS URRACAS ORAN.
Último Reino. Buenos Aires. 1989
Los dioses expiran inmundos en los lodazales
y nosotros, baal, pobres bestias, aquí sentados
oramos, cali, y nuestros rezos suben laderas,
se curvan a los muslos, jhavé, y acarician
cinturas, moloc, y retornan por alientos ebrios
en sal. Nosotros, eniah, Los hombres
hastiados de tanto barro, isis, queremos crearlos.
El cieno enceguece, bran, hostiga,
los nombres nos acosan, maya, no más
que estertores de peces en cubierta, jesús,
construidos con nuestras bocas.
Las pirámides copulan con una raíz
y nuestra savia alcanza para tan poco,
quizás dure dos mil años. Ellos, buda, aquellos,
los llamados, juan, se reflejan en lagos, se retuercen
en cruces, se vuelcan en sauces, oh danu. Crepitar
de calderas si mugen tras la vaca sagrada, io, y sólo
parar parir, karl, una ubre domesticada…
Infalibles carros, shiva, surcan los isaías cálices
y alcanfores, sacian su hambre cardea sin detenerse
a devorar los caídos que en la marisma rezuman,
sin tocar la lengua el pan.
En el flujo de la sangre coagulada
nosotros, los hombres en el lodazal, aspiramos.
Poema de LAS NUPCIAS DESVELADAS. 2006. Argos. Córdoba.
RETRATO DE NUPCIA*
Un virus en el mediterráneo
y los delfines están muriendo. Aquí
estalla en las entrañas, sella tuberías,
es una tos constante, un vacío profundo,
un grafitti obsceno de aquel vendaval,
no del nuestro, no, sino del ajeno.
Una mujer sofoca el cansancio, el ardor rojo
cruza la espalda, baja por las rodillas,
se planta. Ha pasado tanto tiempo, el sol
ha rotado tantas veces, resquebrajado
esteras, descolorido hilos: atar, soltar,
abrir, subir, cerrar ventanas.
¿Para qué un vaso lleno de burbujas
si no se sabe qué hacer cada mañana?
El viento mueve las hojas en el jardín.
Todo es quietud, la luz desvaída ilumina
las postales. Islas griegas, Mykonos, las codornices,
Santorin, la diosa de los partos, comadrona virgen,
y el olor a jacintos invadiéndolo todo. No, ya no.
La niña de los jacintos en el poema
desciende hacia la nieve.
Un ruido contamina lo blanco.
El gozo es juego, golpe, hielo.
Las gasas nos han ahogado con la insistencia
del agua nocturna que llena los depósitos
de una cabaña frente al mar. Por eso
no evoco el jardín de los jacintos,
ni el deseo de nuestros cuerpos.
Ni siquiera sé de la nostalgia, abomino
de su sombra en mis ojos. Sólo me abstengo
del cuchillo en la filigrana que silencia
la memoria y encierra a la célula indefensa.
La niña tatuada en la quemadura ha muerto:
su desván se ha llenado de objetos,
el archivista los ha tildado, el juez
considerado, las vecinas comentado.
Desollado el recuerdo, tomemos aire,
admiremos los monumentos, aunque las naves
no lleguen nunca a tiempo, discutamos
los últimos sucesos, dentro del taxi
el precio del barril, pongamos en hora
nuestros relojes, conectemos el fax.
¿Ellos hubieron de ser vistos al esclarecer
el financiamento de los experimentos?
¿Ellos hubieron de ser vistos
al atosigar sus pulmones el pasivo?
La salida y el ocaso del sol unidos en la boca
de la cueva. Ver entre rendijas, bailar, bailar,
como un oso bailarín. Chillar devorando
gorriones ocultos en un poste. Asentar
las manos en los malentendidos.
Tomemos aire, en un trance de tabaco
¿Cómo destrabar nuestra máscara de oxígeno
antes del nacimiento cuando no hay ni fuerza
en un vientre empeñado?
Tomemos aire porque quizás sea imposible
eximir de impuestos a la matriz de los mamíferos.
Tomemos aire, en esta parte del mundo.
* Las cursivas indican versos de T.S. Eliot de “Retrato de una dama”, Poesías reunidas. 1981. Alianza. Barcelona.
Fragmentos del poema “Remansos”
Siento que es imposible despertar.
¿Las aguas siguen su curso?
¿Es irreversible nuestro andar?
¿Escuchás mi voz?
Es una O blanca lanzada al eucaliptus.
¿La reconocés?
Cerco. Lazada. O blanca.
Eco. Puro eco.
O blanca, cáscara que cae.
Abrazo que no resiste el tiempo.
Corteza áspera. O blanca. Ausencia.
Una piedra y el pozo de agua tiembla.
Hacia abajo toco fondo. O blanca.
Suavidad. Mi nombre, comenzás a decirlo.
Cuatro tiempos. Azul negro. Agua tinta.
Círculo callado. Azul negro. Agua tinta.
Esdrújula silencia. Azul negro. Agua tinta.
Cuadrante ciego. Azul negro. Agua tinta.
Losa. Peso. Mirando. Callo.
Sin ángulo consecuente desciendo aún.
Diez. Dos. Seis y veinte. Tiento. Cuatro y treinta.
Susurra veinte hasta siete. Arremolina
siete hasta treinta. Agua sin ojos.
Pasaron cinco. Quedan siete.
Azul negro. Agua tinta.
¿Se escucha mi voz?
Una E verde, lanzada al aljibe.
Roldana. Soga. E verde. Puro eco. Eco.
Cuerpo pendiente . E verde. Cañada seca
Riego balde. E verde. Paredes húmedas.
Azul negro. E verde. Agua tinta. E verde.
Subir a cuatro manos.
¿Tentamos a tientas el borde?
¿Escuchás mi voz?
¿Una O blanca?
¿Una E verde?
Los vidrios se limpian con alcohol,
pero es mejor hacerlo con agua pura.
Con un balde basta. ¿Hace ruido la roldana?
¿Son mis oídos aturdidos los que zumban?
Rozan la soga los dedos. Cae el balde.
Se llena de agua. ¿Sube? Estallan las gotas.
El diario limpia los vidrios empañados.
¿Escuchás mi voz?
Agua tinta. Azul negro. Agua tinta.
* * *
joder que poemas!!!! me he flasheado de puta madre .....
guau! hermosos los poemas
ana
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