GABRIELA MILONE
gaby
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Cecilia Romana
Adriana Musitano
menciona a:
Oscar Del Barco
Arnaldo Calveyra
Alejandro Schmidt
Carlos Surghi
Pablo Acierto
Bio/bibliografía
Gabriela Milone (San Luis, 1979). Es licenciada en Letras Modernas. Ha publicado diversos ensayos sobre poetas, entre ellos Héctor Viel Temperley. El cuerpo en la experiencia de Dios (Ferreyra Editor, Córdoba, 2003). Algunos de sus textos poéticos han formado parte de la antología Hotel Quequén (Sigamos Enamoradas, Buenos Aires, 2006).
poemas
Tiranía del placer
o cuerpo negado
Halaga a tu hijo, y te dejará aturdido; juega con él y te dará tristeza Eclesiástico 30, 9
¿Sabías, papá, de tu blancura que se adensaba
en un vientre destinando el dolor?
Tiemblan las manos si escribo
de la parte que también me dio,
blanco invitado a formarme,
noción del éxtasis saliendo
en el instante de la muerte más pequeña.
¿Pensaste, papá, en el vientre abultado
cuando poseías tu propio placer?
La niña abraza al hombre que elige
ignorando el dolor que desprenden
esas manos grandes,
tatuajes de la extranjería
en un cuerpo de mujer negado.
¿Qué es un padre, papá,
el invitado a la fiesta de los posibles?
Mieles de cabellos acariciados.
Cosquillas en las siestas de los veranos.
Instantáneas que fijan la nena pensante
formulando preguntas.
¿Conocés el sabor de mi sangre, papá,
si no supiste del dolor en el vientre que se alivia?
Porque la simiente es estampa de la negación
de la fertilidad de un cuerpo,
querrá a su niña besándole los labios de hombre sabio,
jugándole a sus pies de gigante limpio,
enjugándole la cabeza de dios fornido,
diluyéndose en su boca de palabras como torres.
¿Posarías tu boca en mi piel, papá,
sin miedo a lo que se dice?
Mis labios sólo tienen viento
aprendido de la boca de un padre
que creyó en su bastimento.
El cuerpo progenitor es la tormenta
que arrasa con la delicia de lo que se afirma.
¿Qué sentís en las entrañas, papá,
cuando la nena niega las suyas?
¿La leche será ajena, papá, higo maldito,
hijo de la flor encerrada, inflorescencia de los siglos?
¿No soy tu nena, papá, hoy que me endilgás
el cuerpo de mujer que me negaste?
Yo haré en mis palabras / fuego en tu boca
Jeremías 4, 14b
La herida y la culpa
Por el beso culpable de una santa,
aceptaría yo la peste como una bendición.
Emile Cioran
Yo miro la nuca que lo contiene
y contemplo la nube que le cubre
la cabeza, pero que todos ven
como una ausencia yéndose en la idea.
Es padre de los días, de sus nombres
como miel y de otros deseos que
le dictarán la pena como castigo
o la excusa sostenida de horas.
Y escribo esto pensando en el oro
rojo al que vuelve, en el mismo instante
que se cae solo el mundo cada vez
y mis párpados se queman negando.
La herida será de las palabras
que simulan ser el mundo, me digo.
Es mi fe que no dice que sí, que
hace de mí una nena que quiere
volver a jugar como cuando entonces
las piernas no se cruzaban para nadie.
Insisto, me desnudo las piernas
y las cruzo para mí, las enrosco
como reflejo del gusto en el juego
de las palabras haciendo cada vez
la pena que las dice.
Y así persevero en la herida
porque nadie más supo lo que fue
vivir en la palabra, detenida en los vestigios.
(Cuídate, amor, de lo que no se dice.
Cuídate, amor, de la sal que dice fantasmas)
Como si el rescate me fuera concedido,
he salido a mirar lo que se encarna
y he encontrado la vida dichosa.
Suspendida en los dones que no vendrán,
he pensado en las formas de un vientre
y he caído en el círculo que es mi cuerpo.
Como si la fuga fuese posible
he sonreído en la culpa
y he callado la herida.
Del volumen de las cosas o la fluctuación del alma
¿Qué, hijo de mis entrañas?
Proverbios 31, 2
¿Mamá, me extrañás?
Sin palabras ajenas, insistir,
la nena no puede limpiarse la boca
con el silencio que la captura.
La cajita de cristal fue tu vientre, mamá.
Hoy duele la lengua
infante a destiempo,
y lo que queda es el mundo,
santuario de todas las quiebras,
infierno de cada latido
y de la sangre
en el sabor de una fe.
¿Te acordás del dolor
que tuve que hacerte, mamá?
¿Tu alivio y mi destino
haciendo llanto en cada parte,
y el desprendimiento de los cuerpos
perdiendo para siempre
los lazos que los vuelva?
Ahora, suspendida
en el país de los vientres,
como quien no conoce el idioma
-ya no de las palabras, sino el de las formas-
y colmada en exceso por los dones,
tan sólo reclamo el alivio
del círculo irrecuperable de este cuerpo,
porque mana innecesariamente
el agua blanca de mi pecho
y otra vez me pregunto
si podré ser la madre de algo más
que no sea mi propia pena.
¿Hay una hendidura en tu seno, mamá,
ahora que jugamos a imitarnos,
ahora que este cuerpo se abre al mundo
con el exacto volumen de los latidos?
nosotros ya no vemos nuestros signos
Salmo: 75, 9
* * *
Querida Gaby:
Desde Córdoba llega lo fabuloso de la poesía.
Además, linda sonrisa.
Muchos besos, R.
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