MARIANO PEYROU
mencionado por:
Paula Jiménez
menciona a:
Aníbal Cristobo
bio/biblio:
Mariano Peyrou nació en Buenos Aires en 1971 y vive en Madrid desde 1976. Publicó La voluntad de equilibrio (Fundación María del Villar, 2000), A veces transparente (Bartleby Editores, Madrid, 2004), De las cosas que caen (Bajo la luna, Buenos Aires, 2004), La unidad del dos (EDUCC, Córdoba, 2004) y La sal (Pre-Textos, Valencia, 2005).
poemas:
CREO QUE SON MIRLOS
Creo que son mirlos los que picotean en este jardín
machos y hembras picos de diferentes colores
quién sabe.
Ni sus colores
(aunque estoy casi seguro de que blackbird el mirlo es negro)
ni por supuesto sus sonidos
ni si hay mirlos en este país seguramente una herejía ornitológica
pero aceptemos que la culpa es del Ministerio de Educación
si fueran tigres o rinocerontes sí
pero aves y plantas.
Los llamaré mirlos para mí lo son
porque me cantan poemas de Wallace Stevens
y todo ese verano.
CUESTIÓN DE DECIDIR
Misteriosa todavía
aún no sé de qué hablo ni por lo tanto su género pero
la a es mi letra favorita
el uno es mi número predilecto pero
solamente casi siempre.
Sólo me interesa una parte
del cuerpo dije
te hacen falta al menos dos me contestó
me refiero al corazón añadí risueño
yo al corazón y al pie declaró vencedora.
Misteriosa la conversación laberinto
misteriosa la duda
también
el dos es mi número predilecto.
El mar es mi agua preferida junto con la lágrima la nieve
el vaso junto a la cama.
LA ANGUSTIA
En este mismo punto se sienta ella
cada noche, regulando el movimiento
de la luna para ocupar las casillas
vacías, aún impensables pero activas.
Dentro sólo hay expectación.
El problema de hablar del deseo es darlo
por único cuando se conoce la quietud
y todo se mueve alrededor, desplazando
lo que se ve, una bebida roja,
hacia el afuera, hacia dentro de un
año: no ver las cosas sino
a través de ellas, las vidas
que no vivimos, siempre el crepúsculo,
escribiéndolo todo de camino al trabajo.
O en un lugar fabuloso de cuya fundación
contaron la historia, que olvidé el otro
día. No se podía hablar
sin llorar; los placeres
están vedados a lo oral
y el más agradable me estremecía
desde el principio de cada
incursión. Sólo la música
de la adolescencia nos hará revivir
esas sensaciones, tan mareados.
Paula Jiménez
menciona a:
Aníbal Cristobo
bio/biblio:
Mariano Peyrou nació en Buenos Aires en 1971 y vive en Madrid desde 1976. Publicó La voluntad de equilibrio (Fundación María del Villar, 2000), A veces transparente (Bartleby Editores, Madrid, 2004), De las cosas que caen (Bajo la luna, Buenos Aires, 2004), La unidad del dos (EDUCC, Córdoba, 2004) y La sal (Pre-Textos, Valencia, 2005).
poemas:
CREO QUE SON MIRLOS
Creo que son mirlos los que picotean en este jardín
machos y hembras picos de diferentes colores
quién sabe.
Ni sus colores
(aunque estoy casi seguro de que blackbird el mirlo es negro)
ni por supuesto sus sonidos
ni si hay mirlos en este país seguramente una herejía ornitológica
pero aceptemos que la culpa es del Ministerio de Educación
si fueran tigres o rinocerontes sí
pero aves y plantas.
Los llamaré mirlos para mí lo son
porque me cantan poemas de Wallace Stevens
y todo ese verano.
CUESTIÓN DE DECIDIR
Misteriosa todavía
aún no sé de qué hablo ni por lo tanto su género pero
la a es mi letra favorita
el uno es mi número predilecto pero
solamente casi siempre.
Sólo me interesa una parte
del cuerpo dije
te hacen falta al menos dos me contestó
me refiero al corazón añadí risueño
yo al corazón y al pie declaró vencedora.
Misteriosa la conversación laberinto
misteriosa la duda
también
el dos es mi número predilecto.
El mar es mi agua preferida junto con la lágrima la nieve
el vaso junto a la cama.
LA ANGUSTIA
En este mismo punto se sienta ella
cada noche, regulando el movimiento
de la luna para ocupar las casillas
vacías, aún impensables pero activas.
Dentro sólo hay expectación.
El problema de hablar del deseo es darlo
por único cuando se conoce la quietud
y todo se mueve alrededor, desplazando
lo que se ve, una bebida roja,
hacia el afuera, hacia dentro de un
año: no ver las cosas sino
a través de ellas, las vidas
que no vivimos, siempre el crepúsculo,
escribiéndolo todo de camino al trabajo.
O en un lugar fabuloso de cuya fundación
contaron la historia, que olvidé el otro
día. No se podía hablar
sin llorar; los placeres
están vedados a lo oral
y el más agradable me estremecía
desde el principio de cada
incursión. Sólo la música
de la adolescencia nos hará revivir
esas sensaciones, tan mareados.
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