SILVIO MATTONI
silvio
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mencionado por:
Selene Garcia
Diego Muzzio
Federico Falco
menciona a:
Arturo Carrera
Martín Rodríguez
Lucía Bianco
Cecilia Pavón
Washington Cucurto
Cuqui
bio/biblio:
Silvio Mattoni (Córdoba, 1969). Publicó los libros de poemas El bizantino (1994), Tres poemas dramáticos (1995), Sagitario (1998), Canéforas (2000), El país de las larvas (2001), Hilos (2002), El paseo (2003) y Poemas sentimentales (2005), y los ensayos Koré (2000) y El cuenco de plata (2003). Ganó el Concurso de Poesía “Enrique Pezzoni” (1992), y la beca Guggenheim (2004).
poemas:
Del libro inédito El descuido
la cosa perdida
¿En dónde puse esa cosa perdida?
Un pulular de cuerpos en el aire
frío, ¿matinal? ¿Insectos o bacterias
o quizás papelitos picados con mensajes
que nadie puede ni quiere descifrar?
Falsos vestigios de un supuesto cuerpo
que siempre estuvo así; la dispersión
se muestra. ¿Qué cosa? No encuentro más
huellas, no más signos. Una pared
que habrá sido amarilla y se destiñe
surcada por líneas irregulares,
anómalas de tiempo… nada. Pregunto
por la incansable remisión, por el descuido
que me hizo olvidar de algo. Estoy
seguro de haberlo puesto en algún lado
que no es éste. Hace años que la busco,
¿una hoja de papel escrita, un libro
acaso? La escondí demasiado bien.
Esta mañana me pareció tenerla
en una cadena de once sonidos
que la rodeaban, pero no era más
que el recuerdo renovado, siempre
involuntariamente traído, de haberla
perdido alguna vez en una caja
o cajón, guardados en otras piezas
y en otros campos que no sé dónde están.
la valija
Ella agarra una valija de plástico
que no va a abrir, pero que llevará
en sus traslados. No sabe adónde
tendrá que bajar, no se acuerda
si hay juguetes, si hay niños enemigos
o adultos aterradores allá. Con un clic
se cierra el broche amarillo de su pequeño equipaje
y sale. Casi el azar le ha dictado
su preferencia, en general elige
algún muñeco, un ser, una custodia,
hoy decidió cuidar un contenido
que no pretende revelar. El tiempo
está como cortado en pedacitos
y en cada bloque flotando navegan
animales, supuestos humanoides
animados por su voz que musita
los ruidos, las frases. Ya es de noche,
mis hijas duermen en sus camas o se mueven
entre los chistes que se cuentan solas
como sueños, repeticiones de su adicción
a las pantallas coloridas. Veo en el suelo
un libro abierto y dudo en levantarlo
porque atestigua una vida interminable:
mañana habrá otro, seguro, y más allá
debe haber un dibujo, el arte ingenuo
que tira la belleza en cualquier lado
como los árboles. Me mira un monigote
que soy yo; puedo reconocerme por los lentes
aunque no en la sonrisa. Ojalá ellas
me vieran reírme siempre. ¡Qué descuido,
está lleno de cosas por el piso! Pero
me cuido de ordenar como un Sísifo cínico
que se sentó en su piedra a contemplar
las luces cegadoras del infierno y fuma
un cigarrillo a escondidas. Abajo de la mesa
de la cocina está la valijita roja
cerrada, la agarro y corro el cerrojo
de amarillo furioso, y muy tranquilo
guardo las cosas vanas que intentaron
escapar de su atención. ¿Será posible
que no pueda acordarse de quién es?
Pongo el juguete en un estante alto
para volver a comprobar que ella
a veces no recuerda lo invisible.
Cada fetiche de su colección
es un instante de felicidad
improbable que no puede volver
y cuya ausencia se encierra ahí, debajo
de los pigmentos vívidos. ¿Dormís
con esa pléyade animista –mientras
más diminutas las estrellas, mejor–
para no olvidarte de nada? Cada día
tenés que recobrarte al despertar
y secarte esa gota de muerte, el láudano
que nos hicieron tomar. Cuando te vea
los párpados que no quieren abrirse, la boca
que busca una sonrisa perdida, podré
disfrutar de la luz y del misterio
que al lado de la lágrima y el sueño,
dentro de tu valija, suele dejar caer
sin prestarle atención un momento deseado.
historia natural
I
Era el fin de semana, me acostaba
tarde y en la noche un chillido
sonaba encima, arriba. ¿Qué
podía ser? Seguimos escuchándolo
al otro día. ¿Un pájaro, un murciélago,
el viejo emblema de la ambición
desmedida? Después de todo, no era
más que una rata alada. En la segunda
noche debí admitir que era un gatito,
acaso tan pequeño que su tórax
de mamífero abandonado no llegaba
a hacer resonar el llanto. ¿Iba a morir
sin que yo hiciera nada? Con desgano,
había subido al techo, no veía
ningún hueco que explicara la innegable
presencia del animal sobre el cielorraso
de la habitación. Dormí solo, ella
no podía aguantar aquel quejido
intermitente y que me daba sobresaltos
con cada interrupción. ¿Estaría muerto
ya? Un maullido agudo, como de lucha
del ínfimo felino con la sombra
implacable, me despierta y respiro
aliviado cruelmente porque aún
eso allá arriba estaba vivo. Era difícil
sostenerse impasible, los filósofos
se aplican ellos mismos la tortura
de cuidarse. Entre dormido y soñando,
pero como si anotara la frase, oí
la voz de uno, rockero, que inducía:
“aprendé a ser duro niño-esposo”, y yo
me negaba a volverme lo que era:
un disciplinador de animales y niñas.
Finalmente, vino un tipo más real,
con herramientas, que levantó el techo
de cinc y encontró al gato:
un color leonado y una cara flaca
que desmentía su especie, los ojos
me miraban, celestes, ¿me decían
que era pura vanidad abandonarse
a la creencia de que entre uno y otro
no había más que indiferencia? ¿Cómo
había llegado ahí y había sobrevivido
dos noches solo, sin comer, un lactante
como el que todos fuimos? Desatendí
el llamado, postergué el rescate, pero
al fin te vi, te buscamos un exilio
más dichoso. Apenas el contacto de la piel
calmaba tu graznido de pájaro con pelo.
Antes, al escucharte dos noches en un sueño
entrecortado, sentí ya el chorro
de algo que se niega a darse por muerto
y entre la sombra indiferente brota
hacia el sueño aún caliente de otras vidas.
Desde tu pesadilla abandonada, gatito, viniste
y otra vez me di cuenta de que somos
un mismo hilito de espasmos en lo oscuro
donde cazamos, copulamos y buscamos
hasta el último día lo que no tenemos.
II
Cuando mis hijas se levantan, saludan
con alegría al gato, que dormía
en un exceso de profundidad.
Abría los ojos apenas, se acurrucaba
en la falda de Angelina (4 años):
“Nunca lo olvidaré, cuando sea grande,
al gatito”, me dijo mirándome
como un oráculo del pánico.
Traté de darle leche, de ver si podía
caminar. A la siesta, mientras ellas
estaban en la escuela, adiviné
sin quererlo aceptar la vanidad
de cualquier esfuerzo. Cabías, dios
egipcio y diminuto, en la palma
de mi mano. Pero habías dejado
de quejarte. Te apagabas. Tu pelo
flamígero se iba a extinguir.
Tras dos noches de llanto sin descanso,
viste la luz del día, sentiste
que las escasas gotas de piedad
humana no te alcanzarían y entonces
te hundiste solo y silencioso adentro
de la laguna fría. Una llamada
a la veterinaria nos informa
que unos 15 centímetros de gato
y unos pocos gramos habían muerto
por hipotermia. Todavía me duele
la idea fantasmal de no haberte dado
una bienvenida un poco más cálida.
La vida que tuviste: unas semanas
de leche y abrigo, dos noches negras
y encerradas, cinco días de saberse
en camino a la muerte. Y exagero
una conciencia en vos, porque ningún
otro animal que yo podría preguntarse
si valió la pena que nacieras y enseguida
contestar con la frase: “nunca
te olvidarán, gatito alado, efímero”.
* * *
Silvio, tu poesía me parece sutil y contundente a la vez. De una precisión, una inteligencia y una belleza inusuales. Un placer, como siempre, leerte.
Me conmociona muchísimo casi todo lo tuyo, tengo pasión por tus libros, te quiero mucho. La claridad de córdoba no aturde.
Besos
Bueno, no se me había ocurrido que podían dejarse mensajes tan afectuosos acá en el gran blog del universo de los poetas. Les doy mis gracias más profundas, Claudia querida, y Carlita, a quien no conozco creo, porque me alegraron un día en que la desesperación me hacía recorrer la net sin rumbo fijo. Pero no sé, tal vez sea demasiado. Tampoco sé si alguien verá este criptograma acá.
chau
silvio, hoy, con un dolor de garganta muy fuerte, 01 de noviembre, tus poemas me encantaron, estaba leyendo canéforas y de golpe, como quien dice "entré", en el poema "el rapto" fui raptado, es apenas lo que puedo decirte, qué bella poesía, precisa y fluida (como dice la chica arriba), hermosa, en serio, y qué lindo poder decir estas cosas... este blog
Ante tanta pose estúpida de poetas que se las creen, surgís vos, querido Silvio.
Ante tantas editoriales
que van haciendo de esto
(nada más que de esta florcita)
una política de mercado,
surgís vos, querido Silvio.
Ante tanto palabrerío inútil
queriendo bordear al arte
surgís
querido Silvio,
desde el fondo de las cosas.
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