FRANCO VACCARINI
franco
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Mariana Docampo
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Salvador Biedma
Diego Muzzio
Mariana Docampo
Alfia Arredondo
Gustavo Zappa
bio/biblio:
Franco Vaccarini (Lincoln, 1963). Publicó dos poemarios: El culto de los puentes y La Cura. En narrativa: Los crímenes del mago Infierno; Eneas, el último troyano; Los ojos de la Iguana, entre otros. Pertenece al staff de Mil Mamuts (www.milmamuts.com.ar), revista de cuento latinoamericano.
Acerca de la poética personal y las cosas difíciles
Si me voy de viaje elijo una valija con doble fondo. En el espacio normal, coloco ropa de batalla. En el doble fondo va la carga no prohibida, no ilegal, pero sí difícil de encontrar. Algo raro, bello, desconocido; o único en su especie; también lo común, lo cotidiano visto con otros ojos. Cierto instinto de curador entenderá cuando nos pasamos de la raya, pero no se debe temer a la carga emotiva, si el tema lo requiere. No hay por qué escribir como un médico forense, cauto, indiferente al crimen. La poesía es, de todos los géneros, el más subjetivo, porque tiene el lenguaje de los sueños, de la música y puede prescindir de contar, de hilar una historia. Cada poeta tiene cuatro, cinco o diez cuerdas para tocar. Hay cuerdas que no me gustan, como la guerra, pero se me imponen porque soy de la generación malvinense. A mí me gusta la poesía... buena.
***
POEMAS
Del libro inédito Nunca estuve en la guerra
Tajamar
Qué feo era el mar.
Le sorprendía mirar el mar
y no experimentar alguna emoción.
Le sorprendía que el mar no le gustara.
¿Qué hacía ahora con su idea del mar?
¿Qué hacía ahora con sus poemas marinos?
Un libro cerrado como un ataúd
Nunca estuve en la guerra
pero la guerra era Santiago
en la enfermería
cuando gemía por un dolor fantasma
en su pierna ausente.
Nunca estuve
pero Alejandro me trajo algo de su guerra
cuando rompió el espejo
de la sala de urgencias.
No se calmó con la aguja
clavada en el corazón del espejo;
nadie supo nunca
que el espejo estaba rabioso
que mordía
que arrancaba pedazos de uno
Más tarde, el Chino agitaba un libro
cerrado como un ataúd;
gritaba en silencio:
renacerán, gritaba,
renacerán, regresarán.
Imán y el fotógrafo
Para Imán, niña palestina víctima de guerra.
Tiene cuatro meses
y está desnuda, dormida
sobre una mesa fría,
con la paz de Dios
en los ojos cerrados que miran
hacia donde mañana
todos nosotros, desnudos,
con los ojos cerrados o muy abiertos
en guerra y en paz, miraremos también.
Es la más joven entre tantos,
banquete de quién
en esas mesas frías.
Es la más joven;
se llama Imán.
Quiero abrazarme a la naturaleza
a los ríos
y al espíritu
que mide la bondad.
Quiero ropas perfumadas
vestidos azules
zapatos blandos, camperas de pluma
pañales también y leche de madre.
Quiero una vida para Imán
en su tierra de arena y soles.
Pero quiero, sobre todo,
que el fotógrafo borre
ese truco barato
ese ojo rojo
por encima de su ombligo.
Quiero que no sea tarde
para Imán
que se ha dormido tan temprano.
Quiero, fotógrafo, que reveles las fotos de Imán
cuando despierte
quiero jardines y patios para Imán,
que cambien las estaciones para Imán,
un perro, viajes, plantas y canciones
escuelas y cuentos para Imán,
mil y un millón de noches para Imán.
Quiero, fotógrafo, que vuelvas atrás el rollo,
el tiempo, la máquina, las ventanas astilladas,
los tanques envueltos en el polvo
y el polvo de los edificios demolidos, los hogares rotos;
el lamento de los muros.
El mundo
funciona a su manera
y hoy su manera
es una esquirla
por donde sangra el sentido
del mundo.
En qué mesas frías
se deciden las maneras;
cómo matar.
Quiero, fotógrafo, que pidas perdón
no en mi nombre
sí en mi corazón
más viejo esta mañana.
¿En que luz se esconderá Imán
cuándo otros hayan crecido?
¿En cuál eternidad correrá
sin que pueda ayudarla a crecer?
Quiero saber, fotógrafo;
por qué la bombardearon.
Qué tierra santa puede ser más santa.
***
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