ALBERTO TASSO
Mencionado por:
Santiago Sylvester
Menciona a:
Carlos Zurita
Alejo González Prandi
Eva Gardenal
Francisco Avendaño
Jorge Rosenberg
Poemas:
Mi perro lobo y yo
Fui con mi perro lobo a la escollera. Soplaba una canción antigua. Nueva. Me tendí al cielo, para que me viese. Nos vio a los dos: el perro lobo negro tieso me escuchaba. Por un rato fui, en cierto modo, chino, como Li-Po, el que tiraba al río sus poemas. Yo los dije en voz alta, y se los di a mi perro y al agua. Usé palabras como desierto, silabeante, mármara. Recién cuando callé, salió mi verso. Qué silencio era el mío. Y qué lúgubre el viento. Estaba tan feliz que a mi alma la sentí recuperada. Mi alma de niño, sabes, que no es la mejor ni la más pura, pero sí la que goza. Regresamos, al cabo. Venía mi perro lobo ágil, valiente, meando aquí y allá, cambiando las fronteras de los perros que no andan. Detrás de un alambrado, Platero lo miraba.
Poema
Cuando yo estoy muy solo, nada quiero hacer salvo dejarme estar mirando las ideas y escuchando palabras que pasan y no alcanzo a entender.
Camino por el patio de mi mente, en un abandonado hueso encuentro la voz justa, pero aún no está la frase que pueda sostenerla.
De un espejo trizado tomo el reflejo del mundo tras mi espalda, y lo dejo caer, en un rincón, entre hierbas crecidas y cáscaras de huevo y hormigas de increíble pequeñez.
En mi pasado, grande y desprolijo como mi patio, hay cosas que recuerdo sin querer. Y sigo andando.
Es tiempo el que me roza con sus dedos finísimos, plateada telaraña, mínima hoja en la frente, espinas que escriben su mensaje con tinta roja en el renglón del brazo.
Cuando vuelvo a mi mesa estoy lleno de tentaciones y señales. Quiero dejarme estar, ser niño en los rincones, mirando desde abajo el cielo oscuro.
Ceremonia en el patio
Salí al patio, donde viven mis perras Shuska y Tinta.
Llevaba un plato de comida, y me dio por levantarlo como un cáliz.
Estuve así un minuto, dos, un largo rato, quieto
Una no entendía bien y se quedó más lejos.
La otra al lado mío mirándome saltando
Así es la religión y el orden social, uno más cerca, el otro lejos, subyugados los dos
El día de amar
Ante el difícil día de amar, me nombro.
Soy el fruto caído de mi asombro.
Soy la temperatura del callado.
Ante el difícil día de amar me hundo
en las sinuosidades de mi mundo.
El día de hoy amaneció nublado.
Las voces de todos los días, los ruidos, los pensamientos que se deslizan al cuaderno de notas. Viaje cotidiano por una poética del anochecer. Diario argumento maravillado del contraste entre lo imaginario y el sentido de lo visto. Entre velitas y no velitas transcurren los cumpleaños. En los cuadernos todo pesa demasiado, y está bien que así sea.
Nació en Ameghino, provincia de Buenos Aires, Argentina, a fines de 1943.Ha publicado Los hambres, 1973; Secreto sol, 1978. “Cielo de tierra” integra Acuerdo de partes, 1981, un libro compartido con Carlos V. Zurita y Hugo Pinter, que ilustró Álvaro Izurieta. Dibujos al carbón, 1995, impreso por Ricardo Salido en Junín. Amores que no cierran, 1996; La jornada del cazador, 1997: Incidentes al anochecer,
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