ESTEBAN NICOTRA
Mencionado por:
Esteban Moore
Pablo Anadón
Menciona a:
De los poetas mayores que de un modo u otro han incidido en mi poesía, o siento cercanos, menciono, entre otros, a:
Antonio Esteban Agüero
Alejandro Nicotra
Horacio Castillo
Jacobo Regen
Rafael F. Oteriño
Ricardo H. Herrera.
Entre los poetas de mi generación:
Alejandro Bekes
Pablo Anadón
Y, el más joven, Tomás Aiello.
Poemas:
Muertos del mar
Ahora comprendes la vieja plegaria.
Ahí van por la mano los dedos
como una procesión
de tus muertos.
De nada vale buscar con la frente
el oasis del muro.
Eres un ser de piedra;
la carne cada vez más
se parece a los huesos.
Hay una vida olvidada
detrás de lo más duro,
y una muerte encerrada en nuestros cuerpos.
Afuera el viento va dejando
las huellas de la vida
y es lejano el amor del árbol con la nube
―las ramas se extienden
pero las formas blancas huyen.
En la sombra
late el pecho de dormidas palomas.
Pero no hay sangre,
no hay fuego,
sino el ondular lánguido
de cuerpos desnudos, casi algas,
entre las sábanas de agua.
Rostros cenicientos se hielan
con los ojos abiertos
bajo las olas verdes.
Y la noche está increíblemente pura...
1982
Antes de la noche
Antes que estas nubes grises
cubran con su herrumbre el cielo
ese ebrio tiene que encontrar
su voz para poder cantar;
antes que las luces se enciendan,
en ese silencio de escenario fatal,
tendríamos que poder oír la voz de la tragedia,
como un relámpago,
sobre la plaza de la ciudad;
antes de que llegue la noche
tienen que brillar unos ojos
(que sólo supieron llorar
y hace años que están secos);
antes que tú y yo tengamos que callar,
debe llegar como una ola,
hasta estas paredes fantasmales,
un rumor como un mar;
antes de que sea tarde
y acunados como niños,
gusanos en su capullo invernal,
tengamos que volar;
antes que este aire extraño,
confuso, se pierda en el alba
y la vida normal vuelva a empezar,
antes de que nos dejemos de amar,
antes de que el silencio silente
como el grito de una multitud
amorfa de estadio
no nos deje escuchar;
antes de la noche final,
cuando los gallos giman,
y los pájaros enloquecidos
crucen al azar,
¿veremos las ciudades del sol:
su rostro de verdad?
Ellos vuelven
En la noche,
como traídos por las olas negras,
entre el sudor salobre de las sábanas,
ellos vuelven.
Llegan hasta tu cuarto a oscuras
y flotan sobre tus párpados caídos,
hasta que te levantas, insomne.
No dicen nada,
te miran con sus ojos de corderos,
sonríen, cantan su canción muda,
como tantos años atrás.
Y tu caminas y caminas,
entre las dunas,
entre las zarzas y el viento,
hasta que tus pies
pisan la arena firme de la playa,
y tu paso va recto y seguro,
hasta que te internas
en el agua helada del alba.
(Poemas de La vida que se vive, Editorial Brujas, Córdoba, 2006).
Poética:
A la poesía que vuelvo es a la poesía inspirada, lírica, me gustan los poetas que cantan, que cantan, diría Herrera, ‘ensimismados’ en sus versos: “la noche sosegada / en par de los levantes del aurora, / la música callada, / la soledad sonora, / la cena que recrea y enamora”. Comparto especialmente estos primeros versos de “Arte poética” de Borges: “Mirar el río hecho de tiempo y agua / Y recordar que el tiempo es otro río”, pero también los de la penúltima estrofa: “Cuentan que Ulises, harto de prodigios, / Lloró de amor al divisar su Ítaca / verde y humilde. El arte es esa Ítaca / De verde eternidad, no de prodigios”. Tal vez yo diría “de verde intensidad”. También puedo decir con Dante: ‘nomina sunt consequentia rerum’. Y en verdad, la palabra poética no es invención arbitraria, un juego, un pastiche ingenioso, ni narración en “verso”, sino que reproduce líricamente, intensamente, la naturaleza de las cosas y los seres. En mi poesía, creo, hay una voluntad de adhesión, de identificación con la realidad, aún cuando en algunos casos esa realidad sea interior, o mejor, sea un contexto, una exterioridad, que ha pasado por la interioridad oscura, como lo quiere el arte expresionista. Como, creo, en esta poesía, que es de algún modo también una poética:
En memoria
Me basta este cuadrado de cielo
para entender que eres infinito.
Sin saberlo, te he dedicado mi vida,
desde aquella sombra
por el bosque de los álamos,
y el ritual del fuego
en la hojarasca.
(Los párpados cerrados presienten a los muertos,
la música los trae
y viven como formas borrosas:
estas palabras van buscando sus rostros).
Eras el temblor de los árboles,
las figuras del humo,
la luz de un gesto.
(De La vida que se vive, Editorial Brujas, Córdoba, 2006).
ESTEBAN NICOTRA (Villa Dolores, Córdoba, 1962). Ha publicado en poesía: La vida que se vive (Aire Nuestro, 1992), La vida que se vive (Editorial Brujas, Cba., 2006) y en ensayo La realidad en la palabra. Escritores italianos del siglo XX y nuestros días (Brujas, 2005). En esta editorial también, en la colección “Vital” que dirige con Sylvia Nasif, ha publicado, por primera vez al castellano, las traducciones y ensayos introductorios de los libros Del diario (1945-47) y Empirismo herético de Pier Paolo Pasolini y Por un segundo o un siglo de Maurizio Cucchi. Tradujo también Gente al paso de Tiziano Rossi (Atuel, 2002, premio traducción del gobierno de Italia), poemas de Pavese, Conte, Saba, Campana, etc., y en colaboración con Pablo Anadón el libro El dolor de Giuseppe Ungaretti (Alción, Córdoba, 1994). Recientemente ha cuidado y prologado la edición de la poesía completa de Horacio Castillo Por un poco más de luz. Obra poética (1974-2005) (Brujas, 2005). Vive en Córdoba, donde es Profesor de Literatura Italiana y del Seminario de Traducción Literaria del Italiano en la Facultad de Filosofía y Humanidades (U.N.C.).
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