RICARDO GUIAMET
mencionado por:
Fernando Marquinez
Fabricio Simeoni
Menciona a:
FABRICIO SIMEONI
ROBERTO LOBOS
FERNANDO BOTTAZZINI
FERNANDO MARQUINEZ
PATRICIO VALVERDE
FEDERICO TINIVELLA
LISANDRO GONZALEZ
bio/biblio:
Nació en 1959 en Rosario, Argentina.
Participó en los años ’80 en el grupo La Hoja de Poesía y en el espectáculo poético-musical Habla la Vaca.
Actualmente integra el proyecto de escritura colectiva El aro en la lengua, conduce el programa radial El barco ebrio (Red TL 105.5) y colabora como curador de ciclos de cine en el Museo de Arte Contemporáneo MACRO de Rosario.
PUBLICACIONES:
“NADA DE ESO”. Ed. Los Lanzallamas, Rosario, Argentina, 2003.
“HERÉTICA DESMESURA” Conjuntamente con Fernando Marquinez, Sergio Fuster y Raúl Carreras. Ed. Ciudad Gótica. Rosario, Argentina, 2004.
“ESE AGUA CRUDA” Conjuntamente con Fernando Marquinez, Patricio Valverde y Roberto Lobos. Ed. Los Lanzallamas. Rosario, Argentina, 2003.
FIGURA EN LAS ANTOLOGÍAS:
“PULPA”, Ed. Gatogrillé, Rosario. Argentina, 2006.
“IDENTIDAD, IDIOMA, IMAGEN” (Ensayos sobre Cine Vasco, conjuntamente con Sergio Fuster) Ed. Ciudad Gótica, Rosario, Argentina, 2005.
“CON UNO BASTA” (Poesías colectivas, conjuntamente con Rafael Bielsa, Daniel García Helder, Martín Prieto y Oscar Taborda) Ed. La Hoja de Poesía, Rosario, Argentina, 1982.
BLOGS:
www.elaroenlalengua.blogspot.com
www.eseaguacruda.blogspot.com
www.heretica-desmesura.blogspot.com
CONTACTO: ricardoguiamet@yahoo.com.ar
POEMAS
El pecho hundido en un hueco
La garganta cerrada,
el pecho que se hunde en el lado izquierdo.
Está boca arriba, tirado en la proa de la lancha.
Uno de sus amigos le enseña,
desde la costa,
el rollo pesado y húmedo de una yarará
recién muerta.
El se siente morir:
a treinta kilómetros de cualquier médico
cree que la cocaína ha llegado esta vez
demasiado lejos.
Los otros dos, empujándose y atolondrándose
en el estanco de proa debajo de él,
buscan la cámara
para fotografiar al fenómeno.
Un rato después la cocaína ha aflojado,
no hay más dolor en su pecho.
Se reúnen junto al fuego:
con palos encendidos tantean esa carne que
apenas una hora atrás
era letal.
No la cenan, por miedo a su nombre
prefieren achuras que trajeron de la ciudad.
Una quincena de huevos de víbora,
destrozados,
languidecen desparramados por ahí.
Cuando el dueño de la embarcación le ofrece
cocaína dice que no
pero luego lo piensa mejor.
Polinesia
La polinesia
murmuró la desdentada boca
del viejo agonizante
en un hospital del Chaco
(y purulentas ronchas, vestigios de la mosquitada
dibujan su rastro húmedo
tras cada giro en la sábana,
estertor del
enflaquecido cuerpo moribundo)
La polinesia
repitió la enfermera indígena e imaginó
arrecifes, palmeras, sensuales
crepúsculos frente a
arenas blancas y
mares transparentes:
el reverso de ese paraná
amarronado y de barrancas toscas
donde su marido
parlotea con compadres
el arcaico qöm,
arma espineles y lanza el tejido
aguardando
el arribo del pejerrey.
La polinesia, repitió antes de morir;
la enfermera toba se persignó
desconociendo
que el viejo
no hablaba de atolones o volcanes
sino de
un bar ferroviario apestoso,
no más que una tapera que
medio siglo atrás
ya era viejo y abandonado
junto a
un cambio de vías en medio de la nada
(un paraje llamado Turner)
donde él, joven, tomaba grapa
entre vagón y vagón
control y dosaje
de los cargamentos de trigo
que emigraban más allá del océano.
El dilema de la propina. Un cálculo del cinco al diez por ciento. Tradición judeo cristiana. La culpa, la avaricia y el escarnio. La complicidad de la pareja. La demora en atender servilmente el pedido. Una trabajadora mal paga. La justificación de la limosna. El agradecimiento fatal. Posibles consecuencias en el abrazo nocturno. Nada que conforme al cliente. El rencor crece con las horas.
Las monedas, un altar de sacrificios derruido.
Debajo las de un peso, luego,
empequeñeciéndose y alivianándose,
hasta encontrarse coronado
por las tres de diez centavos
desmoronadas sobre el mantel,
casi ocultas
entre
el pudor y la avaricia
bajo
el doblez manchado de vino de la servilleta.
Preludio
La sombra de una nube
se esparce sobre mi sombra,
la devora y la confunde;
y ya no queda otra sombra
que la de la nube,
espejo oscurecido de ese agua
que pervierte la gravedad.-
guiamet, hombre lleno de defectos, empezando por su simpatía futbolística,quizá el mejor poeta objetivista vivo.-
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