José Luis Larroca
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Juana Roggero
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Juana Roggero
Ludovico Fonda
Santiago Zambianchi
bio:
José Luis Larroca (1980) nació en Lincoln, provincia de Buenos Aires.
www.exquisitoscochinillos.blogspot.com
Poética
Si supiera qué decir, yo juro que lo diría...
*
Poemas
NO POEMA.-
En la tinta noche de esta tarde indeleble me disuelvo, evalúo la posibilidad de conciliarme con revelaciones secretas y espejos sostenidos en el aire, con la solidez de una esperanza a temperatura ambiente bullo y cambio de forma.
Indago a mis pulmones, cuestiono al corazón y doy tregua a la nariz, los riñones y la lengua; pido por cada uno de mis dientes, y excomulgo las culpas de las nubes que no llueven, me santiguo por mi pagana sonrisa, y no llamo a silencio a mis silencios.
Erradico toda posibilidad de lamento, pues estoy vivo y sobre mis dos piernas, tengo apetito y paladar, horizonte y madrugada.
Serias y livianas intenciones las mías de estar vivo y reafirmarlo.
Las calles como una sucesión de laberintos ordenados, como una execrable propuesta del orden absurdo de los días y sus secuaces;
entonces yo desordeno todo lo que el todo me sugiere y las regalo a mis antojos sin agravios ni penas, y las doblo en esquinas como doblan las campanas sus latidos.
De un estado a una frontera, de una bandera a un río indómito, de un país a cualquier patio, sin viento o con tormenta, sin cardinal o brisa breve, sin dos manos o pulso firme igual se mueven los caminos, y así me muevo yo por estos días, por moverme,
por moverme, así, sin mas razón que el movimiento,
sin perder un solo verso en el intento,
en el intento del poema que aún no escribo y me camina.
BONSAI.-
Un pequeño tiempo vive en su pequeño reloj,
y su pequeño Dios, obsequia sus pequeñeces,
lento y moderado en su acción,
en círculos perfectos, danza;
danza su pequeña gracia.
Un miedo pequeño crece sano en su pequeño país, cosecha lo que siembra y se enorgullece de su pequeña soledad,
sus pequeñas gentilezas, sus olvidos prolijos,
su asepsia de pasión.
Aquella pequeña voluntad mueve un alfil.
Una pequeña dama mueve torre y come alfil.
Derrumbe obvio.
Un pequeño peón llora su pequeña muerte.
Exilio.
El ajedrez no es amor, mucho menos un juego.
Pequeñas raíces, aquella tierra añorada bajo un cielo diáfano que desde aquí parece pequeño.
Palabrejas y palabrotas pequeñas se baten en pequeño duelo.
Recorto poemas,
pequeños poemas.
Sobreviven aquellos valientes, se subleva un pequeño corazón, y siempre es señal de una inmensa esperanza.
Inconciencia.
Pequeña inocencia sagrada.
Pequeñas hormigas hacen su trabajo constantemente, y sin embargo siempre falta tanto.
Pequeña contradicción clase media.
Pequeño punto cardinal de tres letras pequeñas, tus pequeños ojos en la pared inmutable pertenecen a esta pequeña tarde que no me pertenece pero me apropio.
Pequeño fantasma en el espejo rasura su barba y otras fantasmagorías.
No hay moldes para lo impropio, no hay gesto que se anticipe a lo inesperado.
Rompo pequeña regla, y lloro.
Soy un bonsái en esta selva inmensa.
MEMENTO MORI.-
Entonces yo no sé si fue en Tandil o en Nueva York, o en Lisboa para luego por Oviedo por sus calles intentarlo.
Aún yo no puedo saberlo.
No sé, si vestido de blanco con (también) blanco sombrero, en un cansino caminar, por el rastro te perdía, lánguido sin pena, tampoco sé si era Julio o un frío día de Febrero, intuyo que Madrid sí lo sabía.
Me preguntaba como pregunta el silencio, por Plaza San Martín, si esperarte en una esquina, buscando en los bolsillos autores sin renombre renombrados, pequeñeces, quizás un chocolate, un tango a contra viento susurrando Buenos Aires.
Por Ayacucho sin alcanzar el cine, es por estos días, una calle más que nunca alcanza el cine, una calle menos; y Paraguay al ochocientos hace cumbre, y Juncal ¿y qué otra calle?, o por Corrientes entre Córdoba y tu rastro de luces sonríe la ciudad; ya no distingo lo claro de lo oscuro si abro los ojos como se abre una puerta, una ventana.
Yo sospecho debería de haber sido en un viejo bar de Praga.
¿Habrá sido en París de boina y perfumada? Seguramente con un sutil detalle en el cabello, en un nasal francés en la mirada, oyendo con las manos, dejando señales por doquier en fragmentos, en ramilletes de cinco minutos, en horas continuadas de tarde y media lunas al sol de un frágil invierno de tu mano.
Entonces yo no sé.
No puedo saberlo.
No sé si fue en La Plata la vez que nunca fuimos, ¿fue en Rosario rezando un Paraná? Fue en mi casa mirando alguna foto en una mesa de Domingo, (fue la luz de la luna en la ventana en pleno día), y tomando el té de mi madre, llegando los amigos, mi hermano, el fuego, el vino como un río de ternura beso arriba; ¿quién estaba? ¿Era carnaval? Sentían las guitarras palomas en las manos, eso sí recuerdo.
¿Es así que sucedió?
Ya no sé, pero culpo a esta tristeza inesperada que ya mismo despido sin pañuelos ni bandadas de violines eslavos.
Ya no sé dónde yo (no) te olvidé, no hay forma de saberlo.
No puedo recordarlo.
* * *
me gusta mucho su poesía, qué alegría verlo acá...
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