Mariano Massone
Mencionado por:
Mónica Rosemblum
Menciona a:
Romina Freschi
Ná kar Ellifce
Celeste Diéguez
Alina Muszak
Juan A. Crasci
bio/biblio:
Mariano Massone es un estado mental, un espejismo que empezó su efervescencia en 1985. Dicen que escribió algunas cosas en revista Plebella, también dicen que escribió un pequeño libro Fractales i.
Poética:
No más el esculapio, ahora la vanguardia hasta que queme los huesos, los asnos. Cavernícolas me llaman, son estigmas que salen de mí, volviéndose átomos en la atmósfera. ¿Cuánta temperatura hay en un poema? ¿Cuánta volatilidad?
El rocín que, a tranco místico, se asoma
A Francisco Madariaga.
Tanta polvareda dejó ese caballo místico,
al tranco lento, nómada, se asoma
hacia la tierra celeste va viajando.
Acá lo espera la vieja bruja con mate
calientito y no espumoso, no de esos
mates pa’ pelar chanchos sino como
un cimbronazo suave de púas que
alientan el desparpajo general de la pava.
(ella siempre metiendo yuyo por donde mira)
El tranco, que como espejismo, se asoma
lento y agotado, implora esa salvación
a la criolla que nunca tuvo. Escaparse
por el cañaveral y ver la luz que la bruja
protege, por las noches, en el rancho.
Asumir la fuerza motriz que lo eleva y
da revancha a la muerte abrasadora.
Así, como brasitas del asado que se
van apagando mientras el tranco,
el redomón sigue cautivo de las muletas
que utiliza como patas para el cielo,
como el viento para el cielo, como la
nieve que nunca cae en el desierto
pampeano. La nieve que espera, cautiva,
indómita, el aluvión para brotar nuevamente
después de años y años de espera.
El latir del caballo y la polvareda, la marca negra
que el rocín deja en el horizonte
marca el paso de la vuelta a la cueva,
al mate bien calientito y a la bruja que espera,
con yuyos, la vuelta del pampeano nómada
que al tranco vuelve a la catrera.
(ya sin saber que el ritmo ahoga el tiempo,
que el tiempo se vuelve cosa de negros
y estadounidenses el guacho celeste
a paso lento, sin la menor idea de su latir,
encuentra el sentimiento del eterno en el horizonte)
Dale rebenque gaucho celeste
que se envuelva tu tranco en el universo,
la mueca viseral de la naturaleza que te envuelva
para volver a latir airoso en tu encuentro.
Despacio abrirás una ciudadela, un lugar
dorado que te entienda. Volver siniestras
las partículas de polvo, que ellas te ayuden
en tu vuelta. Ya el sol nos baño por completo,
ahora se aprecia el frío del atardecer, fuego
tierno que nos baña como luz de alumbrera.
Ya el cansancio de la labor, la oración de la vuelta
en esa pampa celeste que como un país se genera.
Ahí te veo, Ahí te vuelves y sin ser meloso
ni ser ternero, te busco redomón para que
me enseñes la vuelta a este campo sideral,
a este paraíso subfluvial que en el fuego se encierra.
Ni un átomo queda afuera de tu camino y tu andar
y, la bruja en el umbral, con el llantén te espera
para hacerte masajitos de esos que te gustan.
Esperar, no más, esperar, que la vuelta se haga
sola, con la voz quebrada de andar por el desierto.
Nadie como vos, gaucho místico, sabe leer las flores
de cardo, las huellas que se esconden atrás de los huecos
en la tierra. Oler la lluvia a la distancia, soñar el sol
del día que viene, ver el paraíso renacer, el árbol solo
al lado del río, la sombra que a naides da ese amigo.
Vos, a ese tranco, sabes la música atonal de las calandrias,
el cantar agónico del cuis y la mirada fija de los búhos.
La bruja, con el caldero, con el guiso para la noche,
con los yuyos en el mate que reaniman el gargero.
Te encuentro único como mi canto desairado,
fatal como tu sabiduría del libro de la naturaleza:
leer el árbol, la piedra y la bruja, los sonidos
de las brasas, el rumor de la humareda, y
presentir, como si nada, el silencio que te encierra.
Silencio que no duele en el alma que es unión con
la pampa entera. Y decían que acá había sólo dos colores…
y decían que sólo se encontraba miseria…
no saben los que hablan de vos al rumor al que se enfrentan.
Gaucho celeste, la vuelta a la casa después de la leva
es tu mayor ofrenda a la madre tierra.
Y si huyes de tu madre, vuelve con la bruja que te envenena,
que ella, con inteligencia, sabrá lo que debes hacer.
Verá en tus ojos las marcas de los árboles, el saber sencillo
de los búhos, el aroma del llantén, el ardor de la naturaleza.
Suspensión
Hay un sabueso que observa los movimientos,
es mi juez dorado, abogado absoluto.
Hay un felino que se desenvuelve voluptuoso,
es mi asesino, criminal de las partículas.
En la devolución de los muchos que encuentro
encuentro mi sustento,
soy la bella reencarnación de lo que podría no ser.
Ausencia es lo que me encarga, suerte
profunda que restringe las necesidades, me hace
volver al cero tranquilo y susceptible.
Los rizos que heredé de mi madre
son la forma de un hilo dorado que me atraviesa.
al tranco lento, nómada, se asoma
hacia la tierra celeste va viajando.
Acá lo espera la vieja bruja con mate
calientito y no espumoso, no de esos
mates pa’ pelar chanchos sino como
un cimbronazo suave de púas que
alientan el desparpajo general de la pava.
(ella siempre metiendo yuyo por donde mira)
El tranco, que como espejismo, se asoma
lento y agotado, implora esa salvación
a la criolla que nunca tuvo. Escaparse
por el cañaveral y ver la luz que la bruja
protege, por las noches, en el rancho.
Asumir la fuerza motriz que lo eleva y
da revancha a la muerte abrasadora.
Así, como brasitas del asado que se
van apagando mientras el tranco,
el redomón sigue cautivo de las muletas
que utiliza como patas para el cielo,
como el viento para el cielo, como la
nieve que nunca cae en el desierto
pampeano. La nieve que espera, cautiva,
indómita, el aluvión para brotar nuevamente
después de años y años de espera.
El latir del caballo y la polvareda, la marca negra
que el rocín deja en el horizonte
marca el paso de la vuelta a la cueva,
al mate bien calientito y a la bruja que espera,
con yuyos, la vuelta del pampeano nómada
que al tranco vuelve a la catrera.
(ya sin saber que el ritmo ahoga el tiempo,
que el tiempo se vuelve cosa de negros
y estadounidenses el guacho celeste
a paso lento, sin la menor idea de su latir,
encuentra el sentimiento del eterno en el horizonte)
Dale rebenque gaucho celeste
que se envuelva tu tranco en el universo,
la mueca viseral de la naturaleza que te envuelva
para volver a latir airoso en tu encuentro.
Despacio abrirás una ciudadela, un lugar
dorado que te entienda. Volver siniestras
las partículas de polvo, que ellas te ayuden
en tu vuelta. Ya el sol nos baño por completo,
ahora se aprecia el frío del atardecer, fuego
tierno que nos baña como luz de alumbrera.
Ya el cansancio de la labor, la oración de la vuelta
en esa pampa celeste que como un país se genera.
Ahí te veo, Ahí te vuelves y sin ser meloso
ni ser ternero, te busco redomón para que
me enseñes la vuelta a este campo sideral,
a este paraíso subfluvial que en el fuego se encierra.
Ni un átomo queda afuera de tu camino y tu andar
y, la bruja en el umbral, con el llantén te espera
para hacerte masajitos de esos que te gustan.
Esperar, no más, esperar, que la vuelta se haga
sola, con la voz quebrada de andar por el desierto.
Nadie como vos, gaucho místico, sabe leer las flores
de cardo, las huellas que se esconden atrás de los huecos
en la tierra. Oler la lluvia a la distancia, soñar el sol
del día que viene, ver el paraíso renacer, el árbol solo
al lado del río, la sombra que a naides da ese amigo.
Vos, a ese tranco, sabes la música atonal de las calandrias,
el cantar agónico del cuis y la mirada fija de los búhos.
La bruja, con el caldero, con el guiso para la noche,
con los yuyos en el mate que reaniman el gargero.
Te encuentro único como mi canto desairado,
fatal como tu sabiduría del libro de la naturaleza:
leer el árbol, la piedra y la bruja, los sonidos
de las brasas, el rumor de la humareda, y
presentir, como si nada, el silencio que te encierra.
Silencio que no duele en el alma que es unión con
la pampa entera. Y decían que acá había sólo dos colores…
y decían que sólo se encontraba miseria…
no saben los que hablan de vos al rumor al que se enfrentan.
Gaucho celeste, la vuelta a la casa después de la leva
es tu mayor ofrenda a la madre tierra.
Y si huyes de tu madre, vuelve con la bruja que te envenena,
que ella, con inteligencia, sabrá lo que debes hacer.
Verá en tus ojos las marcas de los árboles, el saber sencillo
de los búhos, el aroma del llantén, el ardor de la naturaleza.
Suspensión
Hay un sabueso que observa los movimientos,
es mi juez dorado, abogado absoluto.
Hay un felino que se desenvuelve voluptuoso,
es mi asesino, criminal de las partículas.
En la devolución de los muchos que encuentro
encuentro mi sustento,
soy la bella reencarnación de lo que podría no ser.
Ausencia es lo que me encarga, suerte
profunda que restringe las necesidades, me hace
volver al cero tranquilo y susceptible.
Los rizos que heredé de mi madre
son la forma de un hilo dorado que me atraviesa.
Suspensión
Podrían los suspiros ser intimidades o intimidaciones,
quizás orugas que se tejen su propia tumba,
colisiones de cuerpos que conforman
otros.
Las cicatrices que demuestran la forma arbitraria
son los vacíos que se intentan tapar con consistencias.
Algo cambia,
son los repliegues que se van transformando,
guiño elemental que nos demuestra la subversión
de lo concreto.
Podrían los suspiros ser intimidades o intimidaciones,
quizás orugas que se tejen su propia tumba,
colisiones de cuerpos que conforman
otros.
Las cicatrices que demuestran la forma arbitraria
son los vacíos que se intentan tapar con consistencias.
Algo cambia,
son los repliegues que se van transformando,
guiño elemental que nos demuestra la subversión
de lo concreto.
* * *
hola cachorrito, no conocía ese largo de la veta gauchesca, lindo leerte,y gracias por la mención, abrazo
podrian los suspiros ser intimidades o intimidaciones...
linda suspención
y gracias por la mención
Besos!
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