FERNANDA PUGLISI
Mencionada por:
Maximiliano Sanguinetti
Menciona a:
Maximiliano Sanguinetti
Raúl Perriere
Ariel Delgado
Julián Bejarano
Manuel Podestá
Bio:
Agosto 1974, Paraná. Lic. en Comunicación Social y casi profesora. Co-editora de la editorial independiente Abrazo Ediciones Paraná. Publiqué Expediciones Botánicas (2010).
Poética:
Impunidad para decir lo imaginado, lo sentido y lo vivido. Una ruta para ser libre y otra posibilidad para jugar.
Poemas (Inéditos)
Ellas no son biodegradables
Plásticas y coloridas.
Con suerte y un poco más de dinero,
acariciables símil seda.
Ellas adornan floreros olvidados.
Macetas sin tierra, tallos sin raíces.
Reinas truchas de espacios mínimos.
Sobrevivientes.
Amantes de tumbas y altares.
Inmortales.
Brillantes ornamentos desestimados.
Copias fieles, en general, no tanto.
Sintética compañía para solitarios
Siempre están allí, inalterables.
*
Laurencena 2009
Con suerte y un poco más de dinero,
acariciables símil seda.
Ellas adornan floreros olvidados.
Macetas sin tierra, tallos sin raíces.
Reinas truchas de espacios mínimos.
Sobrevivientes.
Amantes de tumbas y altares.
Inmortales.
Brillantes ornamentos desestimados.
Copias fieles, en general, no tanto.
Sintética compañía para solitarios
Siempre están allí, inalterables.
*
Laurencena 2009
Tal vez guardes algún recuerdo amoroso,
dejame decirte que ya no es lo que era.
El vaho inunda esa región metamórfica
recortada sobre un denso y gris humedal.
Ya nadie lava allí su cara, sus manos, sus pies.
Los que quedan prefieren escapar.
Olvidados, marginados, incomprendidos.
Las trampas -cada vez más sofisticadas-
no los deja huir.
Óxidos herrumbran tiempos pasados.
Cuerpos difuntos de ojos vacíos,
de corazones quebrados.
Así, la poesía pierde su significado
y las palabras vacían su contenido.
Entonces, tal vez, ya no sea posible el entendimiento.
Ellos, nosotros.
Nosotros, ellos.
Nuevamente triunfa la impotencia, sin piedad.
Allí sólo florece dolor.
dejame decirte que ya no es lo que era.
El vaho inunda esa región metamórfica
recortada sobre un denso y gris humedal.
Ya nadie lava allí su cara, sus manos, sus pies.
Los que quedan prefieren escapar.
Olvidados, marginados, incomprendidos.
Las trampas -cada vez más sofisticadas-
no los deja huir.
Óxidos herrumbran tiempos pasados.
Cuerpos difuntos de ojos vacíos,
de corazones quebrados.
Así, la poesía pierde su significado
y las palabras vacían su contenido.
Entonces, tal vez, ya no sea posible el entendimiento.
Ellos, nosotros.
Nosotros, ellos.
Nuevamente triunfa la impotencia, sin piedad.
Allí sólo florece dolor.
*
a Néstor Sánchez
a Néstor Sánchez
El sol no entra hoy por la ventana.
Sobre la mesita de luz, Particulares.
El humo aun es una evidencia que envuelve
y se enrosca en el desbordado cenicero de latón.
Las colillas invaden el piso de la habitación.
De fondo la pequeña radio aúlla tangos tristes,
sepultados, escuchados una y otra vez.
Los pies viciosos de viejo bailarín se escurren,
moviéndose al ritmo del 2x4 -al compás de su corazón-.
La pava chilla, avisando que es el momento.
La yerba descansa sobre los restos de la vieja
porque, sabemos, a veces no alcanza.
El camino escogido no se negocia, no se empeña, ni se vende.
Viajes iniciáticos, huellas intensas.
En la biblioteca, conviviendo, don Juan Matus y Gurdjieff.
Profundidades introspectivas.
“Un raro de cierto peligro para el buen negocio de la facilidad
y los lugares comunes que tanto abundan” dijiste una vez.
Espiaste incrédulo -escondido como un niño-
cuando te homenajeaban creyéndote muerto.
¿Te habrás reído entonces?
Esa noche imaginé salvarte y me abrumó la tristeza:
“La desesperación de no poder tenderte una mano,
que nos salváramos juntos”.
Sobre la mesita de luz, Particulares.
El humo aun es una evidencia que envuelve
y se enrosca en el desbordado cenicero de latón.
Las colillas invaden el piso de la habitación.
De fondo la pequeña radio aúlla tangos tristes,
sepultados, escuchados una y otra vez.
Los pies viciosos de viejo bailarín se escurren,
moviéndose al ritmo del 2x4 -al compás de su corazón-.
La pava chilla, avisando que es el momento.
La yerba descansa sobre los restos de la vieja
porque, sabemos, a veces no alcanza.
El camino escogido no se negocia, no se empeña, ni se vende.
Viajes iniciáticos, huellas intensas.
En la biblioteca, conviviendo, don Juan Matus y Gurdjieff.
Profundidades introspectivas.
“Un raro de cierto peligro para el buen negocio de la facilidad
y los lugares comunes que tanto abundan” dijiste una vez.
Espiaste incrédulo -escondido como un niño-
cuando te homenajeaban creyéndote muerto.
¿Te habrás reído entonces?
Esa noche imaginé salvarte y me abrumó la tristeza:
“La desesperación de no poder tenderte una mano,
que nos salváramos juntos”.
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