Mario Ortiz
Mencionado por:
Valeria Tentoni
Carolina Pellejero
Ana Porrúa
Eva Murari
Menciona a:
Marcelo Díaz
Omar Chauvie
Sergio Raimondi
Eva Murari
Marina Yuszczuk
Lucía Bianco
Arturo Carrera
Daniel García Helder
Sebastián Bianchi
Ana Porrúa
Poética:
No puedo afirmar un sintagma como “mi poesía”. No hay tal. En todo caso son sólo ejercicios, borradores; en todo caso textos en el sentido barthesiano.
Bio/bibliografía:
Nació en Bahía Blanca en 1965. Ejerce la docencia. Su obra lleva el título general Cuadernos de Lengua y Literatura. Publicó el Volumen I (Ed. Vox, 2000); Vol. II (Vox, 2001); Vol. III (Coop. Edit. “El Calamar”, 2003) Vol. IV “El libro de las formas que se hunden” (Edit. Gog & Magog, 2010) y Vol. V “Al pie de la letra” (Ed. 17 Grises, 2010)
Poemas:
Según las efemérides que transmitía la locutora Andrea Guerra, un 20 de noviembre había nacido en la ciudad de Córdoba el presidente José Figueroa Alcorta. La melancolía de esa mañana operaba una aproximación entre dos personas completamente distantes, a quienes uniría nada más que algunas influencias de la constelación de Escorpio, graficables mediante diagonales y triángulos en una carta astrológica, como así también la coincidencia de dos brindis una noche de 1925: el ex-presidente alzaría la copa de champagne en su palacete porteño rodeado de jueces y congresistas para celebrar su cumpleaños número 65, mientras “il signor” Francesco Pagliari alzaría un vaso de tinto en medio del campo, cerca de Eduardo Castex, en el antiguo Territorio Nacional de La Pampa, para celebrar el nacimiento de su hijita Raquel, mi madre.
(inédito)
*
A-
Uno de los primeros principios de la física aristotélica afirma que el movimiento es natural o violento, es decir, causado por alguien, y que las cosas, libradas a su movimiento espontáneo, tienden hacia su lugar natural. Así, un piedra que tiremos a un precipicio cae de inmediato y, si realmente le fuese permitido, traspasaría el fondo del abismo, y buscando afanosamente orificios, pendientes, recovecos en las cavernas, troneras y chimeneas naturales, no se detendría en su carrera cada vez más veloz, cada vez más anhelante, hasta llegar al mismo centro de la Tierra, donde encontraría su reposo definitivo, del mismo modo que, según San Agustín, nuestro alma no encuentra descanso definitivo hasta que no asciende y se aloja en el corazón mismo de Dios.
Mientras tanto, esta piedra y yo estamos frente a frente, ella sobre mi escritorio, yo sobre la pantalla de esta computadora, ambos como casuales pasajeros en una terminal, esperando colectivos con destinos opuestos.
A decir verdad, no sé si es una piedra, o mineral, o qué. Debería tener doce o trece años cuando la encontré con mi hermana en el Barrio Patagonia, en un montón de tierra que había sido removido. Juntamos más, pero a lo largo de los años se fueron perdiendo todas, y a mí que quedó ésta, y creo que a mi hermana otra.
Es negra y brillosa, pero si se la mira a trasluz, en los bordes más delgados revela transparencias verdosas. Siempre convertimos en esmeraldas los trozos de botellas, en diamantes las astillas del parabrisas chocado.
En ese extremo alejado del Barrio Patagonia tenían una casita de fin de semana unos amigos de mis viejos, Ilse y el petiso Osvaldo Linares. Este era en realidad el seudónimo artístico que él, Maximo Levi, usaba como locutor de Radio Nacional y de L.U.7, hasta que fue cerrada por la dictadura militar. Alguien me dijo – cosa que creo muy probable- que sus equipos transmisores fueron confiscados por la Marina, y que después de un tiempo de indecisiones, o por desidia, los terminaron arrojando al mar.
Miguel, que también es locutor, me hizo escuchar una vez una grabación que tiene en su estudio. Luego del gong electrónico característico, una melodía clásica muy melancólica, y la voz de Tito Solís que, entrecortada pero firme anunciaba: “Señoras y señores, a partir de estos momentos, L.U.7 Radio General San Martín suspende definitivamente sus transmisiones por decreto del Poder Ejecutivo Nacional. A los que nos han acompañado durante todos estos años,
a todos,
muchas,
muchísimas gracias…”
Y la música de fondo lentamente desciende.
Vuelvo a mirar contra el cielo los rebordes de la piedra, y me paro sobre la superficie de un lago verdoso, como los mosquitos que, en su liviandad, esperan durante horas sobre el agua mullida. El más mínimo movimiento rompería el equilibrio de esa membrana líquida y lo precipitaría junto a los peces que momentos antes veía agitarse debajo de sus patitas.
Y no, el fondo del mar no es tu lugar natural, te repito, no es tu lugar, como no lo es el de las radios, no lo es el de los hombres que ahí también yacen diseminados, no por movimiento natural, sino violento, el más violento de todos los imaginables, llevados por el aire más allá del aire al que pertenecían. Y por eso los peces no los reconocieron como suyos, y ni siquiera los tocaron, del mismo modo que los buitres dejaron sin picotear el cuerpo de Polinices en la llanura tebana.
A-
Uno de los primeros principios de la física aristotélica afirma que el movimiento es natural o violento, es decir, causado por alguien, y que las cosas, libradas a su movimiento espontáneo, tienden hacia su lugar natural. Así, un piedra que tiremos a un precipicio cae de inmediato y, si realmente le fuese permitido, traspasaría el fondo del abismo, y buscando afanosamente orificios, pendientes, recovecos en las cavernas, troneras y chimeneas naturales, no se detendría en su carrera cada vez más veloz, cada vez más anhelante, hasta llegar al mismo centro de la Tierra, donde encontraría su reposo definitivo, del mismo modo que, según San Agustín, nuestro alma no encuentra descanso definitivo hasta que no asciende y se aloja en el corazón mismo de Dios.
Mientras tanto, esta piedra y yo estamos frente a frente, ella sobre mi escritorio, yo sobre la pantalla de esta computadora, ambos como casuales pasajeros en una terminal, esperando colectivos con destinos opuestos.
A decir verdad, no sé si es una piedra, o mineral, o qué. Debería tener doce o trece años cuando la encontré con mi hermana en el Barrio Patagonia, en un montón de tierra que había sido removido. Juntamos más, pero a lo largo de los años se fueron perdiendo todas, y a mí que quedó ésta, y creo que a mi hermana otra.
Es negra y brillosa, pero si se la mira a trasluz, en los bordes más delgados revela transparencias verdosas. Siempre convertimos en esmeraldas los trozos de botellas, en diamantes las astillas del parabrisas chocado.
En ese extremo alejado del Barrio Patagonia tenían una casita de fin de semana unos amigos de mis viejos, Ilse y el petiso Osvaldo Linares. Este era en realidad el seudónimo artístico que él, Maximo Levi, usaba como locutor de Radio Nacional y de L.U.7, hasta que fue cerrada por la dictadura militar. Alguien me dijo – cosa que creo muy probable- que sus equipos transmisores fueron confiscados por la Marina, y que después de un tiempo de indecisiones, o por desidia, los terminaron arrojando al mar.
Miguel, que también es locutor, me hizo escuchar una vez una grabación que tiene en su estudio. Luego del gong electrónico característico, una melodía clásica muy melancólica, y la voz de Tito Solís que, entrecortada pero firme anunciaba: “Señoras y señores, a partir de estos momentos, L.U.7 Radio General San Martín suspende definitivamente sus transmisiones por decreto del Poder Ejecutivo Nacional. A los que nos han acompañado durante todos estos años,
a todos,
muchas,
muchísimas gracias…”
Y la música de fondo lentamente desciende.
Vuelvo a mirar contra el cielo los rebordes de la piedra, y me paro sobre la superficie de un lago verdoso, como los mosquitos que, en su liviandad, esperan durante horas sobre el agua mullida. El más mínimo movimiento rompería el equilibrio de esa membrana líquida y lo precipitaría junto a los peces que momentos antes veía agitarse debajo de sus patitas.
Y no, el fondo del mar no es tu lugar natural, te repito, no es tu lugar, como no lo es el de las radios, no lo es el de los hombres que ahí también yacen diseminados, no por movimiento natural, sino violento, el más violento de todos los imaginables, llevados por el aire más allá del aire al que pertenecían. Y por eso los peces no los reconocieron como suyos, y ni siquiera los tocaron, del mismo modo que los buitres dejaron sin picotear el cuerpo de Polinices en la llanura tebana.
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B-
Jheronimus Bosch, “Cura de la demencia”, 1475-80, óleo sobre madera, Museo del Prado, donde un médico-charlatán con sombrero de embudo practica una incisión en la cabeza de un enfermo para extraerle la piedra de la locura que, se suponía, tenía que estar alojada en el centro mismo del cerebro.
En la Edad Media se solía identificar a los cuatro evangelistas con algún animal determinado. Ahora, Jesús se me aparece como un mosquito.
(inédito)
B-
Jheronimus Bosch, “Cura de la demencia”, 1475-80, óleo sobre madera, Museo del Prado, donde un médico-charlatán con sombrero de embudo practica una incisión en la cabeza de un enfermo para extraerle la piedra de la locura que, se suponía, tenía que estar alojada en el centro mismo del cerebro.
En la Edad Media se solía identificar a los cuatro evangelistas con algún animal determinado. Ahora, Jesús se me aparece como un mosquito.
(inédito)
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Una foto perfecta de Marito, ultrachicato, el poeta más famoso en Bahía Blanca y que amamos hace tantos años.
Qué alegría, Mario, que muchos más puedan disfrutar de tus poemas increíbles.¡te amamos!
Querido Mario: estoy muy feliz con todas tus publicaciones recientes, como dice Ana para que muchos más puedan disfrutar de tus impresionantes poemas y también para poder seguir atesorando tus cuadernos de Lengua y Literatura. Estoy disfrutando indeciblemente de "Al pie de la letra" y esperando con ansiedad "El libro de las formas que se hunden". Y disiento con Marina: la mejor foto es la que publicaron Gog & Magog en su blog: las manos enormes y tan expresivas tratando de agregar aún más sentido al que ya tienen los poemas y la voz.
Toda mi admiración para el gran poeta de anteojos que me contó cómo se fundó monte hermoso a partir de un naufragio.
Mis felicitaciones a Mario ya a los que lo nombraron y a los que han sido nombrados por él. Hay ahí una constelación maravillosa de textos y autores. Saludos,
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