Patricio Foglia
Mencionado por:
Daniel Oblitas
Menciona a:
Tomás Maver
Juan Pablo Bonino
Luciana Reif
Diego Materyn
Andrés Lewin
Daniel Oblitas
Minibio:
Nació en Buenos Aires en 1985. Publicó Temperley (En el aura del sauce, 2011).
Poemas:
La Escafandra
1
Desde el muelle, parecía tener unos
quinientos años
Primero divisé algo informe
acercándose
desde lo alto de un médano
y luego más precisamente observé
un antiguo traje submarino
que avanzaba con dirección a las aguas, al calor
del atardecer en la playa
Al llegar a la orilla se detuvo
y con parsimonia se colocó
una escafandra y continuó su trayecto
hasta fundirse
con el mar que lo esperaba y
ya era una fuente de bronce
2
Desde esa tarde, todas las tardes
llegaba el traje submarino
y sin detenerse un solo instante avanzaba
directo hacia el mar
con el paso seguro de un héroe griego
que conoce y acepta lo que han entrevisto
en tinieblas los oráculos
3
Cada tarde observo
su peregrinar y siento en su marcha
cómo el sol acaricia minucioso
cada grano de arena, cada roca del muelle
con la atención de un padre contrariado
que ha permanecido tal vez
demasiado tiempo fuera de casa
y la luz ilumina hasta el polvo
que flota y se esparce con la caminata
y el traje también recibe la caricia, la demorada
bendición de la tarde
4
Yo supongo que en sus periplos subacuáticos
camina y camina
hasta traspasar una frontera
invisible, nebulosa; hasta alcanzar el éxtasis
allí abajo,
en el inmenso fondo oceánico
con toda la oscuridad circundante y los ojos cerrados
con todo un cielo líquido
gestando el brumoso oleaje
que baila sobre su cabeza
5
En su mirada -fija en el horizonte-
reluce la vitalidad de un nadador olímpico
a punto de ejecutar
su esbelto splash: su movimiento dorado
6
Esa aparición que persiste
¿Será el espectro de santa Teresa
que muere porque no muere
gozando de dolor? ¿Será
más sencillamente un recuerdo cualquiera
el recuerdo por ejemplo de mi abuela, que lloraba y se reía
al mismo tiempo
contando siempre la misma anécdota?
¿Será acaso el holograma
de algún ángel marítimo? ¿Quién dijo
que los ángeles no pueden bucear
si para ellos
este mundo no es más que una pecera
hermosa y transparente
y ningún lugar les está vedado?
7
En su procesión diaria, camina
directo hacia el mar
con la dicha de un devoto que ha de convertir
su cuerpo, cada llaga metálica en algo sagrado
ofrendando su carne cual cordero
a la piedad
de un dios profano y acuoso
8
Hay gente que posa el oído
en un caracol para sentir
el rumor del mar. Yo observo cada tarde
el devenir del traje, su lentitud casi papal
y siento en mi pecho un ritmo palpitante:
la música
de un solitario atardecer en
la playa dentro de mi propio cuerpo
9
Podría haber sido una madreperla
o mejor algún vitraux representando
un arrecife de coral
Podría haber sido en verdad cualquier cosa
Hubiese preferido cualquier cosa antes que
tener que encontrarme
justo al caer la noche
con la escafandra abandonada
tan llena de preguntas, como toda calavera
10
Pasado el estupor inicial,
con la escafandra en mis manos
me tienta jugar con la máscara de un fantasma
en el medio de esta arena vacía
me la pruebo: mis ojos se vuelven alcalinos
Es medianoche y soy un autómata
mis pasos me pertenecen y no me pertenecen
y ya empiezo a sentir
la espuma en mis pies cubriendo
cada poro
de mi piel de hojalata. En derredor, cada átomo es una burbuja:
avanzo imantado hacia el horizonte
Poemas:
La Escafandra
1
Desde el muelle, parecía tener unos
quinientos años
Primero divisé algo informe
acercándose
desde lo alto de un médano
y luego más precisamente observé
un antiguo traje submarino
que avanzaba con dirección a las aguas, al calor
del atardecer en la playa
Al llegar a la orilla se detuvo
y con parsimonia se colocó
una escafandra y continuó su trayecto
hasta fundirse
con el mar que lo esperaba y
ya era una fuente de bronce
2
Desde esa tarde, todas las tardes
llegaba el traje submarino
y sin detenerse un solo instante avanzaba
directo hacia el mar
con el paso seguro de un héroe griego
que conoce y acepta lo que han entrevisto
en tinieblas los oráculos
3
Cada tarde observo
su peregrinar y siento en su marcha
cómo el sol acaricia minucioso
cada grano de arena, cada roca del muelle
con la atención de un padre contrariado
que ha permanecido tal vez
demasiado tiempo fuera de casa
y la luz ilumina hasta el polvo
que flota y se esparce con la caminata
y el traje también recibe la caricia, la demorada
bendición de la tarde
4
Yo supongo que en sus periplos subacuáticos
camina y camina
hasta traspasar una frontera
invisible, nebulosa; hasta alcanzar el éxtasis
allí abajo,
en el inmenso fondo oceánico
con toda la oscuridad circundante y los ojos cerrados
con todo un cielo líquido
gestando el brumoso oleaje
que baila sobre su cabeza
5
En su mirada -fija en el horizonte-
reluce la vitalidad de un nadador olímpico
a punto de ejecutar
su esbelto splash: su movimiento dorado
6
Esa aparición que persiste
¿Será el espectro de santa Teresa
que muere porque no muere
gozando de dolor? ¿Será
más sencillamente un recuerdo cualquiera
el recuerdo por ejemplo de mi abuela, que lloraba y se reía
al mismo tiempo
contando siempre la misma anécdota?
¿Será acaso el holograma
de algún ángel marítimo? ¿Quién dijo
que los ángeles no pueden bucear
si para ellos
este mundo no es más que una pecera
hermosa y transparente
y ningún lugar les está vedado?
7
En su procesión diaria, camina
directo hacia el mar
con la dicha de un devoto que ha de convertir
su cuerpo, cada llaga metálica en algo sagrado
ofrendando su carne cual cordero
a la piedad
de un dios profano y acuoso
8
Hay gente que posa el oído
en un caracol para sentir
el rumor del mar. Yo observo cada tarde
el devenir del traje, su lentitud casi papal
y siento en mi pecho un ritmo palpitante:
la música
de un solitario atardecer en
la playa dentro de mi propio cuerpo
9
Podría haber sido una madreperla
o mejor algún vitraux representando
un arrecife de coral
Podría haber sido en verdad cualquier cosa
Hubiese preferido cualquier cosa antes que
tener que encontrarme
justo al caer la noche
con la escafandra abandonada
tan llena de preguntas, como toda calavera
10
Pasado el estupor inicial,
con la escafandra en mis manos
me tienta jugar con la máscara de un fantasma
en el medio de esta arena vacía
me la pruebo: mis ojos se vuelven alcalinos
Es medianoche y soy un autómata
mis pasos me pertenecen y no me pertenecen
y ya empiezo a sentir
la espuma en mis pies cubriendo
cada poro
de mi piel de hojalata. En derredor, cada átomo es una burbuja:
avanzo imantado hacia el horizonte
* * *
Patricio, te ví el otro día en el festival ciudad emergente y sinceramente me gustó muchísimo lo que hacés. Me encantaría volver a leer "la madera".
un abrazo
Publicar un comentario