Franco Gargiulo
Mencionado por:
Patricio Torne
Menciona a:
Marcelo D. Díaz
Nicolás Gighonetto
María Martínez
Pedro Centeno
Joaquin Vazquez
Bio:
Nací en
1989 en Río Cuarto (Cba), me crié en Villa Mercedes (SL), volví a estudiar a
Río Cuarto y ahora salgo de ese ping pong en el que nunca me gustó estar. Caí
tarde a la escritura, y con la demora vino el capricho, que cerró la puerta de
los clásicos y abrió la de los más o menos contemporáneos sin conocerles la
procedencia. Tal vez un acto de hospitalidad, seguramente un error. Los únicos
poemas publicados están en una antología que por suerte no se consigue. La
mayoría de los textos se puede leer en http://buzomelomano.blogspot.com/
Poética:
No creo en
el origen, y quienes creen hacen solamente eso: creer, es decir, nadie
garantiza siquiera que exista. Así que el asunto no está atrás, ni más atrás.
El problema está en construir. Y nadie se conforma con la arena. Que quieren
bloques, que cemento, que esta forma, que aquella. Que pirámides. Que
esplendor. Y eso mata. Deleuze habla de rizomas, pero a mí me gustan más
algunos hongos: se reproducen bajo tierra, aún antes de emerger ya han generado
las mismas toxinas que nos embriagan, ven la luz recién cuando las condiciones
atmosféricas son propicias y se unifican para el final en que largan esporas al
viento. Antes sufren verse obligados a excavar apuntando hacia el cielo.
Encuentro
Eclesiastés repite
“vanidad, vanidad”
y rechaza por igual todo cuanto se le presenta
El caníbal, cuidadoso y necesitado
de santidad y alimento,
procura conseguir una víctima sagrada
que sacie y conceda
la gracia del sentido.
–
No es drama que bajo el sol todo sea ancestral
y hayamos perdido el don de la novedad.
Eclesiastés no comprende,
aún ama al prójimo como se ama
a sí mismo. La carne,
fuera de su deseo y de su dieta,
a veces deja de pertenecer
y se mezcla con los jugos gástricos de otro.
--
La devoción de los gusanos por la cadáver que se pudre
suele quedar insatisfecha. El caníbal
frente a Eclesiastés, corre tras el viento
y la maldición eterna
que envuelve a su tribu en niebla blanca,
muy espesa,
parecida en extremo a la ceniza última.
--
El caníbal y Eclesiastés se miran.
Sin lengua en común hablar es un despropósito.
Cada mensaje queda aislado, sin respuesta,
como quien buscara su reflejo
en la superficie opaca de una tosca
en la barranca ahuecada por la corriente del río.
Como los peces que habitan esas cuevas,
ninguno de ellos espera ser capturado
pero ambos querrían para sí el oxígeno
si la sequía redujera el caudal.
Las suyas son miradas como la del hambriento
que ha perdido los escrúpulos.
Uno cabe en el estómago del otro,
uno cabe en el perdón del otro.
--
Eclesiastés escribió la
carta
pero debió leersela al
caníbal.
-Caníbal, hablame,
decime tu amor como yo te
lo profeso,
a imagen y semejanza de la
Escritura.
Señalá tu forma,
pronunciate,
dame un motivo más
para sangrar esta sangre
con que me asiento en la
página
que tu deseo no completa.
El caníbal escucha atento
y con un palito arrancado
de una rama seca
que pasó volando por su
desierto
se saca algo de entre los
dientes
y hace de cuenta.
--
Un buen día, caníbal tiene algo extraño
en la cara,
mira de otra forma. Luce un brillo
nuevo
desde atrás de su propio hambre,
ocupa ese lugar al fondo de los ojos
al que siempre quisieron llegarle
inquisidores, enemigos y víctimas
y que él comparte con sus muertos
en cada celebración.
Caníbal ha aprendido a creer
como quien aprende a hablar: sin
saber cómo.
Observa a Eclesiastés como nunca
antes
y lo asusta mientra duerme.
Eclesiastés da un salto, se agita,
y finalmente muestra la herida que lo
amenaza.
Víctima de rufianes, sangra su vientre
un dolor para él desconocido.
Vanidad, vanidad, dice, pero sus
manos aprietan el tajo
como sin fe.
Caníbal lo abandona,
convencido de que el que ha sido
plantado no queda solo
y de que el viajero siempre tiene
razón. Esa noche
la
venganza de Eclesiastés sueña que devora a su hermano
y lamenta
su propio credo.
Talión
el nene camina y su piecito
da contra la pata
de una silla
-es tu culpa- dice
y vuelve dos pasos
para devolver una
patada a la silla
ha muerto un niño
pero repito su
proceso todos los días
cuando rezo, y algo
se me niega
-es tu culpa- digo
y estiro el brazo
hasta la fruta más alta
la arranco verde y
la tiro hacia arriba
sin mirar dónde cae
mi venganza
infantil consiste en impedir
que algo crezca
Pérdida
la muerte tuvo contra mi animal
plena crudeza
y no se contuvo de morder fatalmente su garganta
sufrir la resistencia
el tiempo en que el aire
se quería escaso
sin dejar de ofrecer la esperanza
-un hueso colocado minuciosamente
a una altura que engaña e impulsa el salto que no alcanza a tomarlo-
mostraba movimientos
llevaba adelante una respiración cortada
como si fuera suficiente
por los siglos de los siglos
cuando el aliento se desangra
plena crudeza
y no se contuvo de morder fatalmente su garganta
sufrir la resistencia
el tiempo en que el aire
se quería escaso
sin dejar de ofrecer la esperanza
-un hueso colocado minuciosamente
a una altura que engaña e impulsa el salto que no alcanza a tomarlo-
mostraba movimientos
llevaba adelante una respiración cortada
como si fuera suficiente
por los siglos de los siglos
cuando el aliento se desangra
muere el perro
pasarán los días
y la escoba borrará todo rastro de su pelo
mostrando gran dignidad en la higiene cotidiana
el eco de su pata raspando la puerta
la ilusión de su regreso
memoria y frustración
adornando la pérdida
esa pelota de tenis sobre la mesa
la marca eterna
del egoísmo que alguna vez se la negó
•
tranquilo bajo la ducha empieza a sangrarme
la nariz
es una gota densa volviéndose líquida
que se ramifica por mi pecho como si
me hubiera convertido sin saberlo
en ese árbol perdido que algunos
llaman
Sangre de dragón
y alguien me dibujara como un niño
cortes para extraer mi savia
quién lo diría
la intimidad nace otra vez
en esa señal de alerta
intenta hablar pero se derrama
•
De tanto amar un cuerpo cuya cabeza
en llamas cuelga frente al sexo
sueño que mi hermano pequeño
esa promesa que respira
logra lo que yo no pude
su cuello sí se desprende de su torso
sueño que mi hermano pequeño
esa promesa que respira
logra lo que yo no pude
su cuello sí se desprende de su torso
y su cara rueda por la arena
ese día estoy pescando
ese día estoy pescando
mi alimento vitaliza
más con su lucha que con su carne
cuando cae la cabeza de mi hermano menor, promesa,
como envenenada
sonriente
trato de chupar de sus venas la muerte
cuando cae la cabeza de mi hermano menor, promesa,
como envenenada
sonriente
trato de chupar de sus venas la muerte
como sorbiendo sin éxito la mordida
pero ya está hecho
hay victorias que son definitivas
de ellas brota el valor como una planta adentro de una planta es capaz
pero ya está hecho
hay victorias que son definitivas
de ellas brota el valor como una planta adentro de una planta es capaz
de robar el sol que la otra comió
antes
¿qué decirle? ¿cómo explicarle que a sus tres años
ya me ha superado?
mi padre entra en escena y dice: "tu tío sabe"
pasa la pelota a otro pariente como lo haría un gran jugador
y sigue su tarea
como si hubiera estado al tanto de lo que sucedía en el campo
¿qué decirle? ¿cómo explicarle que a sus tres años
ya me ha superado?
mi padre entra en escena y dice: "tu tío sabe"
pasa la pelota a otro pariente como lo haría un gran jugador
y sigue su tarea
como si hubiera estado al tanto de lo que sucedía en el campo
en esa playa plagada de cortaderas
la cabeza calma de mi hermano me pedía que lo dejara descansar ahí
tirada en la arena
mi tía confesaba sin asomo de malicia
que quien había sido mi prima nacida de su vientre
había muerto igual
de pronto
sin dolor
el tiempo no se detenía
con las plomadas en el fondo y la carnada fresca
la cabeza calma de mi hermano me pedía que lo dejara descansar ahí
tirada en la arena
mi tía confesaba sin asomo de malicia
que quien había sido mi prima nacida de su vientre
había muerto igual
de pronto
sin dolor
el tiempo no se detenía
con las plomadas en el fondo y la carnada fresca
la pesca
no podía quedar así
tanta costumbre de clavar una mojarra viva en el anzuelo
sentir un tirón y echar la caña atrás sintiendo subir la adrenalina
merecía también el respeto de quien es capaz de no acobardarse ante el pique
haya lo que haya al final de la línea
tanta costumbre de clavar una mojarra viva en el anzuelo
sentir un tirón y echar la caña atrás sintiendo subir la adrenalina
merecía también el respeto de quien es capaz de no acobardarse ante el pique
haya lo que haya al final de la línea
•
El montón
de plumas pareció caminar. Pasado el miedo comprendí: se estaría formando un
pájaro que nace de otra manera. Me dejé estar, como quien mira una obra
conocida desde un costado, esperando encontrar el detalle perdido. Luego,
retomar la contemplación y ver todos, todos los miembros del pájaro listos
aunque despegados.
Comprendí: la fantasía recurrente nunca está terminada. Por eso vuelve.
Comprendí: la fantasía recurrente nunca está terminada. Por eso vuelve.
* * *
Me llevo varios versos: "mi venganza infantil consiste en impedir/ que algo crezca" Como quien propone ejercitar el método infalible del resentimiento. Sino: "tranquilo bajo la ducha empieza a sangrarme la nariz/ es una gota densa volviéndose líquida/ que se ramifica por mi pecho como si/ me hubiera convertido sin saberlo/
en ese árbol perdido que algunos llaman/ Sangre de dragón" Esa suerte de sincretismo entre la observación atenta con conclusiones metafísicas y la voz del niño-yo lírico son geniales. A lo que decía se le puede sumar el diálogo entre Caníbal y Eclesiasté como si fueran, no parte, mejor: una misma voz. Por qué no pensar que ya es tiempo de un libro. Digo nomás, de pasada. ;)
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